Hemos
insistido en las diferencias entre el fascismo italiano y el alemán.
Sin embargo, la trayectoria histórica de ambos países presenta un fuerte
parecido. Mientras que los países cercanos España, Francia e Inglaterra
se habían constituido desde siglos atrás como entidades políticas,
estados autónomos, Italia y Alemania se mantuvieron desde la Edad Media
fragmentadas en un mosaico de pequeños y grandes estados con tradiciones
y costumbres diferentes, hasta que a finales del siglo XVIII empieza a
triunfar la individualidad nacional en contra del cosmopolitismo
ilustrado, indiferente a los caracteres que diferencian una nación de
otra, es decir, al "genio" peculiar de cada nación. Por eso, Italia y
Alemania son las tierras clásicas de la idea de nación, que tuvieron que
elaborar para afianzar su identidad espiritual y legitimar su voluntad
de unificación en una entidad política como el Estado.
Sin
embargo, profunda es la diferencia entre la idea de nación que
cultivaron uno y otro país: mientras que en Alemania prevalecieron como
fundamento de la nación los factores naturalistas, biológicos de la
sangre y del suelo nativo sangre y suelo fueron las palabras de orden
del nazismo, en Italia se afirmaron los voluntaristas y espirituales. Ni
la lengua, ni la sangre ni la religión o el suelo común eran factores
suficientes para constituir la nación, sino la voluntad, una voluntad
consciente contrariamente a la nacionalidad inconsciente de los alemanes
que sólo podía dar cohesión a la comunidad. Por eso no sorprende que
Mussolini, en la línea de la tradición italiana, haya afirmado en l934
que era posible "arianizar" a un judío si esa era su elección ( lo que
Hitler veía como una violación a las leyes de la naturaleza). Respecto a
los judíos, la posición de Mussolini fue entonces clara al declarar que
"los judíos se encuentran en Roma desde el tiempo de los reyes. Quizás
los abastecieron de vestimenta después del rapto de las sabinas.
Lloraron sobre el cadáver de Julio César y nunca fueron molestados." Sin
embargo, bajo la presión de la "brutal amistad" con Hitler (The brutal friendship, es
el titulo del libro que F.W. Deakin dedicó a los dos dictadores), a
finales de l938 Mussolini introduce en Italia las leyes por la "defensa
de la raza" que terminaron por enajenarle el consenso del pueblo que por
lo general había convivido pacíficamente con los judíos.
La
idea de nación italiana se remonta a Giuseppe Mazzini, quien a la
palabra "nacionalismo" opuso la palabra "nacionalidad", es decir,
identidad nacional, como proyecto que había que decidir y construir,
como concepto histórico en constante devenir, dinámico, fruto de la
libre voluntad del individuo: una identidad consciente, en oposición a
la identidad inconsciente, inmóvil e inmutable de los alemanes. Mazzini
ve a la nación no como una entidad autárquica sino como un medio
necesario para la realización de una finalidad más alta: la Humanidad
como "Patria de las patrias". Coherente con sus principios, Mazzini,
después de fundar la "Joven Italia", fundó la "Joven Europa". Giuseppe
Garibaldi, quien luchó en América y en Europa por la libertad y la
independencia de pueblos hermanos, fue la encarnación a nivel popular
del ideal de Mazzini. En l865, el jurista Mancini sintetizó así, de
manera breve y concisa, las ideas del patriota de Génova: "La
Providencia no dispensó a todas las naciones los mismos bienes y los
mismos medios de satisfacción de las necesidades y deseos humanos y, al
hacerlo así, quiso que cada una necesitara del apoyo de la otra, y que
las diferentes nacionalidades se integraran y se complementaran hasta
reconocerse como parte de una sola y orgánica unidad que es el genero
humano."
En
Alemania, J.G. Herder (1744-1803) es el primero en utilizar la palabra
"nacionalismo", el primer teórico de la nación a la que daría cohesión
la lengua. Cada pueblo es una unidad orgánica que expresa su alma a
través del lenguaje: "El alma existe en cuanto habla", y el alma de la
nación se manifiesta en la poesía popular, voz genuina de la naturaleza
que debía mantenerse libre de crecer espontáneamente. El paso de la
defensa de la lengua, a la que había que proteger de cualquier
contaminación extranjera, a la defensa de la raza, resultó breve: el
pueblo tenía que permanecer como un quid aparte, impermeable a la
influencia de las demás naciones inclusive físicamente. Herder, quien
nunca había hablado de la superioridad de la raza aria y además había
defendido las razas "de color" en contra de la explotación colonialista,
llegó a lamentar la mezcla con la sangre extranjera, y a criticar la
influencia de otras culturas como la penetración del latín "la lengua de
los monjes" en la lengua y la literatura germánicas. Inclusive, los
viajes al extranjero constituían una enfermedad, un presagio de muerte,
un contagio, un envenenamiento. La imperiosa exigencia autárquica de
Herder se convirtió con Rosenberg en una verdadera obsesión biológica,
al punto que Trotski la definió como "materialismo zoológico". El
nazismo insistirá hasta el cansancio en la necesidad de mantener íntegra
la raza, de regenerarla de las superestructuras que se habían acumulado
alrededor del hombre ario. Anhelo utópico y anacrónico, ya que todas
las naciones modernas están mezcladas. Demostración de que ni la raza ni
la lengua son factores determinantes la dan los daneses y los noruegos
quienes, aún hablando una lengua común y presentando un parecido físico,
constituyen dos estados diferentes. En cambio, los suizos, que hablan
tres lenguas diferentes, constituyen una nación Estado.
En
fin, con respecto a Alemania se podría hablar de un nacionalismo que se
mantuvo en la fase primitiva, en el sentido que le da Federico Chabod,
quien subraya el hecho de que el nacionalismo primitivo y tosco se
mantiene fiel a los sentimientos más primarios y viejos del hombre. Se
trataría de la tendencia "natural" a venerar el lugar en donde se nació y
se pasó la infancia, la preferencia por su propio idioma, los alimentos
a los que está acostumbrado desde niño, etcétera. El hombre primitivo
se siente orgulloso de sus características y de sus peculiaridades y,
mientras más primitivo es, más marcados son su lazos endémicos y, por
consiguiente, mayor la intensidad de sus sentimientos de grupo, el apego
a la homogeneidad, a las semejanzas físicas y psíquicas que le harán
considerar con desconfianza, cuando no con hostilidad al "otro", a lo
foráneo, a lo diverso. Según Chabod (La idea de nación), Alemania
se detuvo en ese estadio del nacionalismo primitivo, sin saber cómo
elaborarlo en el sentimiento nacional moderno. Algo parecido sostiene
Lévi-Strauss en La pensée sauvage, cuando habla del etnocentrismo
ingenuo, a nivel de narcisismo primario. Las sociedades primitivas,
dice, fijan las fronteras de la humanidad en los límites del grupo
tribal, fuera del cual sólo perciben extranjeros, subhombres sucios y
toscos, inclusive nohombres, animales peligrosos, etcétera.
La
diferencia entre las dos ideas de nación salta a la vista y explica por
qué Italia no llegó a los excesos de su aliada. Repetimos con G.A.
Mosse: "sin una tradición que activar, nada se mueve", y con Marx: "la
tradición de todas las generaciones muertas es un peso muy fuerte en el
cerebro de los vivos". En la exaltación del elemento germánico, los
teóricos del concepto de nación recurrieron al cliché del alemán y de la
cepa germánica "nuevos hombres" fuertes y rubios, nuevas costumbres
salvajes y buenas, mito que había nacido en el mundo romano, donde
Tácito en su De Germania, pone a los germanos como modelo frente a
los romanos del imperio el cual había entrado en una fase de decadencia
y degeneración. El mito de la fuerza, la honradez y la libertad
germánicas se difundió en la historiografía alemana, alimentando una
pasión nacional desenfrenada y fanática, ofreciendo un fuerte aliciente a
la megalomanía popular. "Aun si el mundo lo dispuso de manera diferente
había sostenido F. Schiller (l759-1805), es preciso que quien forma el
espíritu, inclusive cuando en su comienzo haya sido dominado termine por
dominar. Los otros pueblos han sido la flor caduca; éste será el fruto
dorado y duradero […] Cada pueblo tiene una jornada en su historia; la
jornada de los alemanes será la cosecha de todas las edades." Cuando
esta pasión nacional pasó del plan cultural al político, la primacía
nacional que en Italia o Polonia era entendida como misión ética y
civil, se transformó en Alemania en misión de predominio y de atropello
del otro. J. G. Fichte (l762-l814), el padre del pangermanismo, sostiene
a su vez en sus Discursos a la nación alemana, que "el pueblo
metafísicamente predestinado tiene el derecho moral de realizar su
destino con todos los medios de la astucia y de la fuerza
Al parecer todo lo que implica ultra derecha bordea la locura, saludos de parte de cambiosentreguerras.blogspot.com
ResponderEliminarCreo que el fascismo ya sea visto del lado Alemán o Italiano fue muy extremo en ambas partes, lo cual definitivamente no fue bueno.
ResponderEliminarSaludos: Fascismohistoria.tumblr.com
impresionante la diferencia entre las dos ideas de nación salta a la vista y explica por qué Italia no llegó a los excesos de su aliada
ResponderEliminaratte:www.crisis1929.com
muy muy bueno muy extremo y fuertee , creo que se entendio bien
ResponderEliminarhttp://cuartocmomerryland.blogspot.com/