miércoles, 29 de mayo de 2013

La historia del fascismo

                                                                presentación





en este blog se tratara la historia del fascismo como un acontecimiento que marco la historia de Italia y el mundo, el principal objetivo es entregar una definición de fascismo como movimiento político e ideología política, también mostraremos como fue el periodo fascista y las consecuencias que este tuvo en la sociedad y por ultimo como termino este poseso y las marcas que dejo en la historia.

                                         objetivos del blog

*el objetivo de este blog es principalmente entregar información sobre este tema.
*aclarar dudas que puedan existir sobre el fascismo.
*brindar información a las persona interesadas en el tema.
*principalmente ayudar a los estudiantes en general, como también a las personas que solo buscan informarse un poco mas sobre el tema.

                                          autores del blog

*  Matias Arce
*  Ivo Olivares
* Cristobal Madrid





Fascismo Italiano



El fascismo fue un movimiento político del siglo XX que surgió en el Reino de Italia tras la Primera Guerra Mundial, dando origen a la llamada Italia fascista.


Nació en parte como reacción a la Revolución Bolchevique de 1917 y a las fuertes peleas sindicales de trabajadores y braceros que culminó en el bienio rojo, en parte como crítica respecto a la sociedad liberal-democrática, que salió maltrecha de la experiencia de la Primera Guerra Mundial.


El nombre deriva de la palabra italiana fascio (latín: fascis). La palabra, en la antigua Roma, era usada como símbolo de la unión de los luchadores. El símbolo fascista es el Fasces romano que significaba el poder del régimen, en particular el poder jurisdiccional.
Gran Bretaña y Francia se comprometieron a que en caso de victoria, Italia recibiría importantes compensaciones territoriales en el norte de Italia, el Adriático y en África. Pero, una vez acabada la guerra, Italia solo obtuvo uno pequeños territorios. Los italianos se sintieron decepcionados y decían que Italia había sido engañada por los aliados y sólo había obtenido una < victoria mutilada>.



Benito Mussolini, antiguo militante socialista, era un ex combatiente que supo conectar con los anhelos de muchos antiguos soldados, que volvían de la guerra decepcionados y sin trabajo. En poco tiempo Mussolini creó en Milán la primera agrupación fascista (marzo de 1919), embrión del Partido Nacional Fascista (1921). El nuevo partido se caracterizaba por su nacionalismo exacerbado, la voluntad de implantar una dictadura, el uso de una simbología característica y finalmente, la reivindicación bastante vaga de cierta reforma social.


Italia estaba sumergida en una grave crisis económica, el país vivía permanentemente en un clima de enfrentamiento social: los obreros protagonizaban grandes movimientos huelguísticos en reivindicación de mejoras salariales, mientras que los campesinos pobres pedían tierras y ocupaban los latifundios de los terratenientes. Mussolini aprovechó la crisis política en que vivía Italia para organizar una demostración de fuerza, la Marcha sobre Roma (octubre de 1922), que consistió en la llegada a esta ciudad de miles de fascistas procedentes de todos los rincones del país. El rey, impresionado por la fuerza del fascismo, nombró a Mussolini jefe de gobierno.


Ya en el poder, Mussolini cambió la ley electoral para ganar con comodidad las elecciones; una vez dispuso de mayoría absoluta, expulsó del Parlamento a los diputados de la oposición, ilegalizó los partidos y sindicatos, salvo el fascista y, finalmente, proclamó la dictadura fascista. Mussolini fue considerado il Duce, “ el caudillo” y gozaba de una poder casi ilimitado.


El Fascismo es una gran movilización de fuerzas materiales y morales. ¿Qué se propone? Lo decimos sin falsas modestias: gobernar la nación. ¿De qué modo? Del modo necesario para asegurar la grandeza moral y material del pueblo italiano. Hablemos francamente: no importa el modo concretamente, no es antiético, ni convergente con el socialismo, sobre todo aspira a la reorganización nacional y política de nuestro país. Nosotros cambiamos los valores tradicionales, que el socialismo continúe o desaparezca, pero sobre todo, el espíritu fascista se refugia en todo lo que es arbitrario sobre el misterioso futuro.


Benito Mussolini, 19 de agosto de 1921 — Diario della Volontà

Fascismo Aleman


Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, fueron complejos tanto en el plano económico como en el plano político. Como resultado de ésta, nos encontramos frente a una Europa devastada, sus potencias habían perdido la magnitud de la época anterior a la gran guerra, surgiendo la supremacía estadounidense en materia económica, siendo esta el principal motor de paz e inyector económico para las naciones europeas gravemente afectadas.El viraje político fue considerable en el periodo desarrollado entre guerras, surgiendo movimientos extremos de izquierda y derecha.

La gran depresión económica de los años treinta trajo consigo el incremento de movimientos obreros sindicales, los partidos socialistas acrecentaron los niveles de adhesión marcando claramente un viraje a la izquierda en coalición con sectores socialdemócratas.En noviembre de 1918 los obreros y los marineros de la flota de guerra de Alemania encabezaron una revolución que pedía el fin de la guerra y la democratización del país.
      El emperador Guillermo II, falto de apoyo, tuvo que abdicar; de inmediato, se proclamó la República. La nueva república alemana, que se conocía con el nombre de República de Weimar porque la constitución se aprobó en esta ciudad, tuvo que hacer frente a una situación muy crítica derivada de las consecuencias del trato de Versalles y las reparaciones de guerra.

En el caso alemán la reconstrucción de la paz y la economía tras la guerra estuvo a cargo de Weimar, quien no pudo palear estos efectos , constituyéndose Alemania como una de los países mas afectados , cayendo en una grave cesantía y caos social , la coalición centro izquierda se deshizo a principios del 30´ institucionalizando un gobierno por decreto de Heinrich Brüning, su mandato no tuvo gran relevancia en la superación de la crisis en el pueblo alemán , como consecuencia de esto comienzan a gestarse en el ideario colectivo una adherencia al fascismo ya impulsado por Mussolini en Italia.


Terminada la guerra, Alemania se hallaba en una situación caótica. Adolf Hitler ingresó en un pequeño partido, el Partido Obrero Alemán, del que pronto fue el líder. Este partido rechazaba el tratado de Versalles, pedía el rearme de Alemania, la unión con Austria, la participación de los obreros en los beneficios empresariales y sobre todo, propugnaba un antisemitismo feroz. El partido que poco después se denominó Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán o partido nazi, organizó un golpe de estado (noviembre de 1923), que fue un completo fracaso. Hitler fue encarcelado y el nazismo perdió su fuerza inicial.



Pero las cosas cambiaron radicalmente tras el crac de 1929. Los capitalistas
norteamericanos repatriaron el capital invertido en Alemania, lo cual ocasionó la quiebra
de muchas empresas alemanas, y por consiguiente, la aparición de un amplio número de
parados. Hitler supo aprovecharse del descontento popular: el partido nazi pronto se
convirtió en el grupo mayoritario del Parlamento, y Hitler fue nombrado canciller. Los
nazis aprovecharon el poder conseguido democráticamente para instaurar una dictadura,
de la que Hitler, proclamado Führer,”conductor”, era el líder indiscutido.

¿Como se interpreta el fascismo?

La interpretación de la idea fasista


Al hablar del fascismo, el problema que de inmediato se plantea es el de su génesis, cómo nació y cómo triunfó, después qué fue y cómo pudo llegar a la barbarie nazi de la "solución final", es decir, al exterminio de los judíos, al que hay que añadir el de los gitanos, de los cientos de miles de prisioneros de guerra, sobre todo rusos, homosexuales, disidentes políticos y poblaciones civiles de toda Europa; sin olvidar a los deformes y enfermos mentales que el nazismo consideraba "vidas indignas de ser vividas" y que fueron eliminados con la complicidad de la biomedicina alemana.
Han pasado sesenta años desde el final de la segunda guerra mundial y de la derrota del fascismo histórico y en los innumerables escritos que sobre él se han publicado sobresalen principalmente tres líneas de interpretación que resumimos a grandes rasgos. La primera, que limita el fascismo a los decenios entre las dos grandes guerras mundiales, lo considera un "paréntesis" sin ninguna vinculación con el pasado de Italia y Alemania; es decir, el fascismo como un fenómeno pasajero, contingente (que, sin embargo, duró veinte años en Italia y doce en Alemania), como una enfermedad que ataca de repente a un cuerpo sano y robusto. La segunda interpretación, a la que me adhiero y en la que me detendré, refuta la primera y sostiene que el génesis del fascismo hay que buscarlo en la realidad histórica de estos dos países; o sea, el fascismo como resultado de un pasado en el que estaban ya presentes los gérmenes patógenos que explotarían en la primera postguerra mundial. La tercera interpretación, la marxista (a la que no se adhirió un filósofo marxista refinado como Georg Lukács), atribuye, de manera muy simplista, el triunfo del fascismo al capitalismo que lo habría financiado.

En la primera interpretación del fascismo encontramos al filósofo Benedetto Croce y con él a Friedrich Meinecke, Julien Benda, Thomas Mann, entre los más sobresalientes. En su Historia de Europa en el siglo XIX, Croce describe una Europa "ordenada, vigorosa y segura de sí, floreciente en su comercio, abundante en comodidades, llevando una vida fácil". El mismo optimismo manifiesta el escritor Stefan Zweig, cuyo libro autobiográfico, El mundo de ayer, inicia textualmente: "Si intento hallar una fórmula cómoda para definir el tiempo que precedió la primera guerra mundial, el tiempo en que crecí, creo ser lo más conciso diciendo: fue la edad de oro de la seguridad." Es natural que Zweig, en su condición de judío proveniente de una rica familia burguesa, una vez desterrado de su Austria y en su infeliz exilio se suicidó como muchos otros judíos, rememore el pasado con nostalgia. Al contrario de Zweig, el escritor Walter Benjamin, él también judío y su contemporáneo nació en l892 y se suicidó en l940, vio en ese ayer un mundo de inseguridad, decadencia y descomposición.
Hay que analizar la tesis del filósofo Croce en el más amplio contexto europeo para darse cuenta de que su historia del siglo XIX es parcial. El siglo XIX no fue sólo el siglo de la lucha por la libertad contra el absolutismo, de las revoluciones liberales y nacionales, sino que fue también el siglo de la Revolución industrial que, al irradiarse de Gran Bretaña al continente europeo, cambió el rostro del planeta entero. La revolución industrial fue, sin duda, un triunfo titánico que aumentó la riqueza y el bienestar, pero sólo para determinadas clases, porque se trató de un progreso construido sobre la explotación y el sacrificio de millones de trabajadores que, de su condición de campesinos y artesanos, cayeron a la condición de proletarios supeditados de la manera más sórdida a un trabajo extenuante que no eximía ni a mujeres ni a niños (los más pequeños eran utilizados para limpiar los conductos de las chimeneas de las fábricas). Los primeros en levantar sus voces de indignación y protesta fueron los románticos ingleses: Blake, Shelley, Ruskin, Byron, Dickens, a los que se unió el industrial filántropo Robert Owen.

    Es un hecho que en el siglo XIX hubo revoluciones y luchas por la libertad en muchos países que todavía no habían logrado su independencia nacional. Pero también, paralelamente, masas de trabajadores al extremo de la fatiga, el hambre y la desocupación, empezaron a luchar por la satisfacción de sus necesidades primarias y por su emancipación. Empieza la organización masiva en contra de la opresión del capitalismo industrial, la constitución de partidos socialistas, ligas comunistas, sindicatos, cooperativas obreras y campesinas, acompañada por levantamientos, huelgas, cuya reacción fue el despliegue de violencia por parte del Poder. Desde entonces, y cito el inicio del Manifiesto del partido comunista, de Karl Marx de l848, "un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo". En fin, resultado de la Revolución industrial fue el advenimiento de las masas que transtornó definitivamente el cuadro de la sociedad burguesa. En el siglo XX serán esas masas las que apoyarán los movimientos subversivos tanto de derecha como de izquierda.
Insisto, los decenios anteriores a la primera guerra mundial no fueron el mundo seguro que presenta Benedetto Croce, fueron más bien años de convulsión resueltos momentáneamente con manejos diplomáticos. No se puede negar el hecho de que Europa gozó de paz a partir de la guerra franco-prusiana de l870 hasta l914, con excepción de la cruenta guerra anglo-bóer que fue combatida afuera del continente europeo. Sin embargo, esos decenios (casi medio siglo) estuvieron cargados de tensión, y el equilibrio europeo se mantuvo siempre precario, en la cuerda floja, entre alianzas, pactos, sospechas, discordias, competencia por la conquista de los mercados, la amenaza siempre latente del pangermanismo de Prusia y su creciente militarización, la violencia del movimiento anarquista que mantenía en agitación a todo el continente; sin contar la masacre turca, en l894-1896, de 300 mil armenios a la que siguió en l915 otra de más de setecientos mil (el primer genocidio del siglo XX). Mientras tanto, continuaba sin solución el problema social creado por la industrialización, que por un lado impulsaba la emigración en masa un verdadero éxodo de las clases desheredadas hacia América y, por otro, suscitaba un odio difuso hacia la economía de mercado, que en el siglo XX desembocaría en una especie de erupción volcánica.

Fascismo como una idea



Como podemos apreciar en este vídeo, se muestran la ideas  que surgieron en el régimen de Benito Musolini, y el nazismo como futura adherencia.
 


















Estas imágenes representan cabalmente la manera de funcionar de un régimen fascista totalitario

Los factores que caracterizan a un Régimen Totalitario son los siguientes:

La existencia de una ideología oficial que es vista como incontrovertible.

Un solo partido político dirige a la nación.

Este partido político cuenta con la membresía del 15% de la población civil.

La estructura gubernamental es establecida por el partido.

La existencia de un grupo armado o policía secreta leal a los intereses del partido.

Medios de comunicación altamente restringidos cuyo propósito principal es indoctrinar a la población civil.

Estado tiene el monopolio sobre el poder de coerción.

La economía nacional es controlada y dirigida por el partido.

martes, 28 de mayo de 2013

¿Como se interpreta el fascismo?

                                            La interpretación de la idea fasista


Al hablar del fascismo, el problema que de inmediato se plantea es el de su génesis, cómo nació y cómo triunfó, después qué fue y cómo pudo llegar a la barbarie nazi de la "solución final", es decir, al exterminio de los judíos, al que hay que añadir el de los gitanos, de los cientos de miles de prisioneros de guerra, sobre todo rusos, homosexuales, disidentes políticos y poblaciones civiles de toda Europa; sin olvidar a los deformes y enfermos mentales que el nazismo consideraba "vidas indignas de ser vividas" y que fueron eliminados con la complicidad de la biomedicina alemana.
Han pasado sesenta años desde el final de la segunda guerra mundial y de la derrota del fascismo histórico y en los innumerables escritos que sobre él se han publicado sobresalen principalmente tres líneas de interpretación que resumimos a grandes rasgos. La primera, que limita el fascismo a los decenios entre las dos grandes guerras mundiales, lo considera un "paréntesis" sin ninguna vinculación con el pasado de Italia y Alemania; es decir, el fascismo como un fenómeno pasajero, contingente (que, sin embargo, duró veinte años en Italia y doce en Alemania), como una enfermedad que ataca de repente a un cuerpo sano y robusto. La segunda interpretación, a la que me adhiero y en la que me detendré, refuta la primera y sostiene que el génesis del fascismo hay que buscarlo en la realidad histórica de estos dos países; o sea, el fascismo como resultado de un pasado en el que estaban ya presentes los gérmenes patógenos que explotarían en la primera postguerra mundial. La tercera interpretación, la marxista (a la que no se adhirió un filósofo marxista refinado como Georg Lukács), atribuye, de manera muy simplista, el triunfo del fascismo al capitalismo que lo habría financiado.

En la primera interpretación del fascismo encontramos al filósofo Benedetto Croce y con él a Friedrich Meinecke, Julien Benda, Thomas Mann, entre los más sobresalientes. En su Historia de Europa en el siglo XIX, Croce describe una Europa "ordenada, vigorosa y segura de sí, floreciente en su comercio, abundante en comodidades, llevando una vida fácil". El mismo optimismo manifiesta el escritor Stefan Zweig, cuyo libro autobiográfico, El mundo de ayer, inicia textualmente: "Si intento hallar una fórmula cómoda para definir el tiempo que precedió la primera guerra mundial, el tiempo en que crecí, creo ser lo más conciso diciendo: fue la edad de oro de la seguridad." Es natural que Zweig, en su condición de judío proveniente de una rica familia burguesa, una vez desterrado de su Austria y en su infeliz exilio se suicidó como muchos otros judíos, rememore el pasado con nostalgia. Al contrario de Zweig, el escritor Walter Benjamin, él también judío y su contemporáneo nació en l892 y se suicidó en l940, vio en ese ayer un mundo de inseguridad, decadencia y descomposición.
Hay que analizar la tesis del filósofo Croce en el más amplio contexto europeo para darse cuenta de que su historia del siglo XIX es parcial. El siglo XIX no fue sólo el siglo de la lucha por la libertad contra el absolutismo, de las revoluciones liberales y nacionales, sino que fue también el siglo de la Revolución industrial que, al irradiarse de Gran Bretaña al continente europeo, cambió el rostro del planeta entero. La revolución industrial fue, sin duda, un triunfo titánico que aumentó la riqueza y el bienestar, pero sólo para determinadas clases, porque se trató de un progreso construido sobre la explotación y el sacrificio de millones de trabajadores que, de su condición de campesinos y artesanos, cayeron a la condición de proletarios supeditados de la manera más sórdida a un trabajo extenuante que no eximía ni a mujeres ni a niños (los más pequeños eran utilizados para limpiar los conductos de las chimeneas de las fábricas). Los primeros en levantar sus voces de indignación y protesta fueron los románticos ingleses: Blake, Shelley, Ruskin, Byron, Dickens, a los que se unió el industrial filántropo Robert Owen.

    Es un hecho que en el siglo XIX hubo revoluciones y luchas por la libertad en muchos países que todavía no habían logrado su independencia nacional. Pero también, paralelamente, masas de trabajadores al extremo de la fatiga, el hambre y la desocupación, empezaron a luchar por la satisfacción de sus necesidades primarias y por su emancipación. Empieza la organización masiva en contra de la opresión del capitalismo industrial, la constitución de partidos socialistas, ligas comunistas, sindicatos, cooperativas obreras y campesinas, acompañada por levantamientos, huelgas, cuya reacción fue el despliegue de violencia por parte del Poder. Desde entonces, y cito el inicio del Manifiesto del partido comunista, de Karl Marx de l848, "un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo". En fin, resultado de la Revolución industrial fue el advenimiento de las masas que transtornó definitivamente el cuadro de la sociedad burguesa. En el siglo XX serán esas masas las que apoyarán los movimientos subversivos tanto de derecha como de izquierda.
Insisto, los decenios anteriores a la primera guerra mundial no fueron el mundo seguro que presenta Benedetto Croce, fueron más bien años de convulsión resueltos momentáneamente con manejos diplomáticos. No se puede negar el hecho de que Europa gozó de paz a partir de la guerra franco-prusiana de l870 hasta l914, con excepción de la cruenta guerra anglo-bóer que fue combatida afuera del continente europeo. Sin embargo, esos decenios (casi medio siglo) estuvieron cargados de tensión, y el equilibrio europeo se mantuvo siempre precario, en la cuerda floja, entre alianzas, pactos, sospechas, discordias, competencia por la conquista de los mercados, la amenaza siempre latente del pangermanismo de Prusia y su creciente militarización, la violencia del movimiento anarquista que mantenía en agitación a todo el continente; sin contar la masacre turca, en l894-1896, de 300 mil armenios a la que siguió en l915 otra de más de setecientos mil (el primer genocidio del siglo XX). Mientras tanto, continuaba sin solución el problema social creado por la industrialización, que por un lado impulsaba la emigración en masa un verdadero éxodo de las clases desheredadas hacia América y, por otro, suscitaba un odio difuso hacia la economía de mercado, que en el siglo XX desembocaría en una especie de erupción volcánica.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Origenes del Facismo Italiano

                                                    La génesis del estado fascista

generalmente se atribuye a la crisis que azoto a Italia después de la primera guerra mundial, ligada al conflicto con Francia, gran bretaña y Rusia (pese a su inicial partisipacion en el bando opuesto), salio vencedora del conflicto, pero con serios problemas económicos, sociales y políticos.

  La palabra "fascismo", inicialmente usada para designar el movimiento y luego régimen que se afirmó en Italia en l922, ha trascendido el ámbito italiano y se ha generalizado hasta volverse una etiqueta que se aplica a todos los movimientos y partidos de derecha que surgieron en Europa después de la primera guerra mundial de l914-18.

Se trata de una generalización debida al hecho de que el fascismo italiano fue el primero que triunfó, constituyendo así una especie de arquetipo para los fascismos posteriores que, al afirmarse en diferentes contextos histórico-culturales, se configuraron de manera diferente. Por cierto, se puede hablar del fascismo en general en cuanto presenta, en dondequiera se haya manifestado, elementos ideológicos comunes, fundamentalmente el rechazo a la democracia parlamentaria y al comunismo soviético, así como el sometimiento de la masa al "caudillo", pero esto no implica su homogeneidad. Muchas son, por ejemplo, las divergencias entre el fascismo italiano y el alemán debido a la diversidad de la tradición cultural, usos y costumbres, sensibilidad y mentalidad de los dos países. Por supuesto, un estudio comparativo ayuda a conocer las peculiaridades de cada uno de ellos. Aquí me referiré sólo a los dos fascismos que, habiendo llegado al poder, tuvieron un papel protagónico determinante en la historia mundial de la primera mitad del siglo XX, es decir, al italiano y al alemán.

El arte como un vestigio

                        El arte y sus huellas 


Que la situación de Europa antes de la primera guerra mundial fuera crítica, lo presintió la gran narrativa a caballo entre los siglos XIX y XX. La literatura a la que los historiadores "puros" prestan poca atención, es el sismógrafo más sensible para advertir y registrar las vibraciones, los sobresaltos que sacuden inadvertidos el subsuelo social y que, en ocasiones de una crisis, como la que provocó la primera guerra, estallan en la superficie. Como dice Hermann Hesse en su Juego de los abalorios de l943, "hay más verdad legible en una obra de arte en cuanto a lo que son las grandes corrientes del alma colectiva, que en otras producciones; en verdad, el inconsciente aflora en la obra de arte". Al lado de la literatura, el arte del expresionismo alemán es otro documento invaluable de la crisis de la sociedad de aquellos años.
Nada como las grandes novelas entre los dos siglos (las de Kafka, Proust, Martin Du Gard, Italo Svevo, Pirandello, Musil) que Philippe Chardin llama de la "conciencia infeliz" para conocer el espíritu del tiempo, la problemática de esos decenios, para revelar lo que se ocultaba tras la fachada llena de glamour de la belle époque. Esas novelas narran una misma historia, evocan una época que se cristalizó alrededor de la primera guerra, considerada no como un parteaguas con el mundo de ayer, sino como el resultado de lo que se agitaba en ese mundo, lo que causó la guerra, la caída del mundo liberal así como la victoria de los totalitarismos de derecha e izquierda.
De todas esas novelas podemos decir lo que Thomas Mann afirma de su Montaña mágica, escrita entre l9l2 y l924: que "probablemente los hombres del futuro vislumbrarán en ella un documento de la psicología moderna y de los problemas espirituales del siglo XX". Esas novelas no se limitan a ser "espejo del tiempo"; muchas de ellas van más allá, son una prefiguración de la tragedia que vivirá Europa en la primera postguerra. En la misma Montaña mágica, que su autor llama pedagógica e histórica, el duelo ideológico entre dos de sus protagonistas, el humanista volteriano, masón, Settembrini, defensor del progreso democrático y de la libertad individual, y el jesuita revolucionario y nihilista Naphta, propugnador de un regreso al autoritarismo medieval y del uso del terror, prefigura la lucha que vivirá pronto toda Europa. El enfrentamiento entre estos dos adversarios pasará de las palabras a los hechos, a un duelo con pistolas que Naphta, frente a Settembrini que dispara al aire, concluye suicidándose. El bosque en el que se enfrentan los dos antagonistas, se abre como en un travelling cinematográfico en el más vasto campo de batalla, donde democracia y fascismo entablarán una lucha que arrastrará a Europa a la catástrofe.
Leamos lo que Rainer Maria Rilke escribe a una amiga después del estallido de la guerra: "¿Era esto, me pregunto mil veces, esto, el peso horrible que nos oprimía en los últimos años, este futuro espantoso que ahora es nuestro presente cruel?" El mismo sentimiento expresa la obra de Pirandello, de quien Leonardo Sciascia dice que "presintió una realidad de la que las sociedades europeas no tuvieron conciencia sino sólo después de la primera guerra, que hizo tabula rasa de la Europa de anteayer", y añade: "En una Europa tranquila, cómoda, apenas sacudida entre jubileos reales y escalofríos sociales, Pirandello entrevió la feroz y grotesca máscara de un mundo convulsionado, enloquecido." Sciascia minimiza los escalofríos sociales de los decenios de anteguerra, durante los cuales los jubileos reales se alternaban sobre todo con los atentados, logrados o no, del movimiento anarquista que se ensañaba por doquier contra reyes y políticos. El año l900 se abrió en Italia con el asesinado del rey Umberto de Saboya a manos de un anarquista; al año siguiente, moría también asesinado por otro anarquista, el presidente republicano de los Estados Unidos McKinley, quien había hecho la guerra a España para anexarse las Filipinas, Cuba y Puerto Rico.

La segunda interpretación del fascismo, a la que, como dije, me adhiero, refuta la primera y sostiene que el fascismo fue la herencia del pasado de Italia y de Alemania, de un pasado en el que incubaban los males que explotarían durante la primera postguerra. En esta línea encontramos al italiano Nello Rosselli, una de las tantas víctimas del fascismo, apuñalado en Francia por sicarios de Roma, quien vio en el fascismo una herencia histórica y llamó irónica y polémicamente "enfermedad crónica" a lo que Benedetto Croce consideraba como un simple "paréntesis", contingente y pasajero. Para Rosselli, el fascismo sería en pocas palabras la "autobiografía" de la nación italiana. A su vez otro italiano, Giustino Fortunato, habla del fascismo como de una "revelación" de la verdadera Italia, retrógrada y mojigata, servil y fanfarrona desde la pérdida de su independencia bajo la dominación española y la Contrarreforma. Otros, como Piero Gobetti y Gaetano Salvemini, se limitan a criticar el pasado más reciente de Italia. El fascismo sería el heredero de las taras del post-Resurgimiento,2 de los decenios de mediocridad y corrupción que habían sucedido a la unidad de Italia, de la traición de los ideales de los patriotas por parte de la clase gobernante. También en Alemania hay pensadores que, al estudiar el nazismo, remontan el inicio de la problemática del país a la reforma de Lutero, cuando empieza a formarse el carácter alemán disciplinado, sumiso, obediente y sin sentido crítico ante la autoridad del Estado. Otros se refieren al pasado más reciente del país, adjudicando a la edad guillermina la falta de sentimiento democrático y el inicio de todos los males. Max Weber, que no vivió el fascismo (murió en l920), responsabiliza de la crisis alemana a Guillermo ii y sobre todo a su canciller Bismarck, quien habría castrado a la élite política y al pueblo.
Ahora bien, hay que preguntarse si el fascismo fue el resultado de crisis y desarrollos específicos de los dos países y si detrás de la ferocidad nazi no se halla la tradición europea con su larga historia de horrores, exterminios, inquisiciones, racismo y, desde la Edad Media, antisemitismo y progrom. En su introducción a Los moralistas modernos, el narrador Alberto Moravia hace responsable de la catástrofe de la segunda mitad del siglo XX a toda Europa. "Cabe la sospecha, sostiene Moravia, de que los alemanes crearon el nazismo por cuenta de todos los pueblos europeos." La desigualdad de las razas humanas (l954), del francés Joseph Gobineau, fue el primer libro en exponer la tesis de la superioridad de la raza aria, que tuvo una gran influencia en Alemania y en el círculo ferozmente antisemita de Ricardo Wagner. El mismo Hitler tendrá palabras de admiración para la "poderosa contribución" francesa. En fin, el tumor maligno que acosaba a Europa se volvería metástasis en tierra alemana.
La tercera línea de interpretación del fascismo, la marxista, es, como se ha dicho, simplista, pues explica el triunfo del fascismo por la degeneración del capitalismo que lo habría financiado y por el dominio terrorista del capital para defenderse del peligro de la revolución bolchevique, que de Rusia iba propagándose a Alemania e Italia. De hecho, el fascismo no fue, como generalmente se cree, una criatura del capitalismo. Fue un movimiento autónomo, con raíces y criterios propios no relacionados con las aspiraciones capitalistas; más aún, inicialmente ganó a las masas con una intensa campaña anticapitalista. No existe, como dice George L. Mosse, el estudioso más importante del fascismo alemán, ninguna prueba documentada de que en Alemania los industriales Krupp o Thyssen dictaran leyes a Hitler, sino al contrario. Las fuentes del financiamiento fascista fueron varias y de muy distinta procedencia, según la conveniencia de los dos partidos. Así, por ejemplo, Il popolo d’Italia, órgano del partido fascista fundado por Benito Mussolini, fue financiado desde Francia.
Un trato aparte merece la obra del filósofo marxista Lukács, quien, como se dijo, se mantuvo fuera del simplismo marxista. Su obra es una clave indispensable para entender el fascismo y enriquece enormemente la segunda línea interpretativa, que vislumbra en el pasado las raíces del fenómeno fascista. En el Asalto a la razón, de l953, Lukács atribuye el fascismo al irracionalismo europeo desde Schelling hasta Hitler, una concepción del mundo que halló su adecuada forma práctica en el hitlerismo, y que se fue a pique con el mismo Hitler. Lukács recurre a la filosofía, a la literatura, a la psicología social, haciendo también hincapié en el carácter del alemán educado en el respeto y la veneración de la autoridad del Estado. El filósofo húngaro insiste en que, si las causas inmediatas de la crisis de la postguerra fueron de carácter económico, social y político, no menos importante fue la trayectoria ideológica anterior a la primera guerra, es decir, las tendencias de una filosofía agnóstica y pesimista que halló un eco inmediato en la desesperación de las masas. Además, Lukács añade que la desesperación por sí sola no hubiera bastado como engarce psicológico y social, necesitaba unirse con la credulidad y la fe milagrosa en un "caudillo salvador", en un "jefe carismático" (encarnado en Italia por Mussolini y en Alemania por Hitler).
Quedaría por explicar cómo una doctrina filosófica abstrusa, elaborada entre círculos estrechos de pensadores, pudo descender hasta el pueblo, penetrar en la disposición del ánimo de las masas. Lukács explica que esa influencia no operó a través de los libros, sino de manera indirecta, subterránea y de forma trivial a través de las universidades, las conferencias, las divulgaciones, la prensa. Yo añado, por mi cuenta, las cafeterías y cervecerías que fueron centros de encuentro y conspiración de los nazis. Hitler y Rosenberg se encargaron de llevar a la calle de manera burda lo que encontraron de irracional en la trayectoria que va de Nietzsche a Jaspers. "De ese modo sostiene Lukács pueden las masas verse envenenadas intensivamente por esas ideologías, sin llegar a poner jamás la vista encima de la fuente indirecta de su envenenamiento."

¿Que es el fascista?

                                                Nacionalismo y sus males

Hemos insistido en las diferencias entre el fascismo italiano y el alemán. Sin embargo, la trayectoria histórica de ambos países presenta un fuerte parecido. Mientras que los países cercanos España, Francia e Inglaterra se habían constituido desde siglos atrás como entidades políticas, estados autónomos, Italia y Alemania se mantuvieron desde la Edad Media fragmentadas en un mosaico de pequeños y grandes estados con tradiciones y costumbres diferentes, hasta que a finales del siglo XVIII empieza a triunfar la individualidad nacional en contra del cosmopolitismo ilustrado, indiferente a los caracteres que diferencian una nación de otra, es decir, al "genio" peculiar de cada nación. Por eso, Italia y Alemania son las tierras clásicas de la idea de nación, que tuvieron que elaborar para afianzar su identidad espiritual y legitimar su voluntad de unificación en una entidad política como el Estado.

Sin embargo, profunda es la diferencia entre la idea de nación que cultivaron uno y otro país: mientras que en Alemania prevalecieron como fundamento de la nación los factores naturalistas, biológicos de la sangre y del suelo nativo sangre y suelo fueron las palabras de orden del nazismo, en Italia se afirmaron los voluntaristas y espirituales. Ni la lengua, ni la sangre ni la religión o el suelo común eran factores suficientes para constituir la nación, sino la voluntad, una voluntad consciente contrariamente a la nacionalidad inconsciente de los alemanes que sólo podía dar cohesión a la comunidad. Por eso no sorprende que Mussolini, en la línea de la tradición italiana, haya afirmado en l934 que era posible "arianizar" a un judío si esa era su elección ( lo que Hitler veía como una violación a las leyes de la naturaleza). Respecto a los judíos, la posición de Mussolini fue entonces clara al declarar que "los judíos se encuentran en Roma desde el tiempo de los reyes. Quizás los abastecieron de vestimenta después del rapto de las sabinas. Lloraron sobre el cadáver de Julio César y nunca fueron molestados." Sin embargo, bajo la presión de la "brutal amistad" con Hitler (The brutal friendship, es el titulo del libro que F.W. Deakin dedicó a los dos dictadores), a finales de l938 Mussolini introduce en Italia las leyes por la "defensa de la raza" que terminaron por enajenarle el consenso del pueblo que por lo general había convivido pacíficamente con los judíos.
La idea de nación italiana se remonta a Giuseppe Mazzini, quien a la palabra "nacionalismo" opuso la palabra "nacionalidad", es decir, identidad nacional, como proyecto que había que decidir y construir, como concepto histórico en constante devenir, dinámico, fruto de la libre voluntad del individuo: una identidad consciente, en oposición a la identidad inconsciente, inmóvil e inmutable de los alemanes. Mazzini ve a la nación no como una entidad autárquica sino como un medio necesario para la realización de una finalidad más alta: la Humanidad como "Patria de las patrias". Coherente con sus principios, Mazzini, después de fundar la "Joven Italia", fundó la "Joven Europa". Giuseppe Garibaldi, quien luchó en América y en Europa por la libertad y la independencia de pueblos hermanos, fue la encarnación a nivel popular del ideal de Mazzini. En l865, el jurista Mancini sintetizó así, de manera breve y concisa, las ideas del patriota de Génova: "La Providencia no dispensó a todas las naciones los mismos bienes y los mismos medios de satisfacción de las necesidades y deseos humanos y, al hacerlo así, quiso que cada una necesitara del apoyo de la otra, y que las diferentes nacionalidades se integraran y se complementaran hasta reconocerse como parte de una sola y orgánica unidad que es el genero humano."
En Alemania, J.G. Herder (1744-1803) es el primero en utilizar la palabra "nacionalismo", el primer teórico de la nación a la que daría cohesión la lengua. Cada pueblo es una unidad orgánica que expresa su alma a través del lenguaje: "El alma existe en cuanto habla", y el alma de la nación se manifiesta en la poesía popular, voz genuina de la naturaleza que debía mantenerse libre de crecer espontáneamente. El paso de la defensa de la lengua, a la que había que proteger de cualquier contaminación extranjera, a la defensa de la raza, resultó breve: el pueblo tenía que permanecer como un quid aparte, impermeable a la influencia de las demás naciones inclusive físicamente. Herder, quien nunca había hablado de la superioridad de la raza aria y además había defendido las razas "de color" en contra de la explotación colonialista, llegó a lamentar la mezcla con la sangre extranjera, y a criticar la influencia de otras culturas como la penetración del latín "la lengua de los monjes" en la lengua y la literatura germánicas. Inclusive, los viajes al extranjero constituían una enfermedad, un presagio de muerte, un contagio, un envenenamiento. La imperiosa exigencia autárquica de Herder se convirtió con Rosenberg en una verdadera obsesión biológica, al punto que Trotski la definió como "materialismo zoológico". El nazismo insistirá hasta el cansancio en la necesidad de mantener íntegra la raza, de regenerarla de las superestructuras que se habían acumulado alrededor del hombre ario. Anhelo utópico y anacrónico, ya que todas las naciones modernas están mezcladas. Demostración de que ni la raza ni la lengua son factores determinantes la dan los daneses y los noruegos quienes, aún hablando una lengua común y presentando un parecido físico, constituyen dos estados diferentes. En cambio, los suizos, que hablan tres lenguas diferentes, constituyen una nación Estado.
En fin, con respecto a Alemania se podría hablar de un nacionalismo que se mantuvo en la fase primitiva, en el sentido que le da Federico Chabod, quien subraya el hecho de que el nacionalismo primitivo y tosco se mantiene fiel a los sentimientos más primarios y viejos del hombre. Se trataría de la tendencia "natural" a venerar el lugar en donde se nació y se pasó la infancia, la preferencia por su propio idioma, los alimentos a los que está acostumbrado desde niño, etcétera. El hombre primitivo se siente orgulloso de sus características y de sus peculiaridades y, mientras más primitivo es, más marcados son su lazos endémicos y, por consiguiente, mayor la intensidad de sus sentimientos de grupo, el apego a la homogeneidad, a las semejanzas físicas y psíquicas que le harán considerar con desconfianza, cuando no con hostilidad al "otro", a lo foráneo, a lo diverso. Según Chabod (La idea de nación), Alemania se detuvo en ese estadio del nacionalismo primitivo, sin saber cómo elaborarlo en el sentimiento nacional moderno. Algo parecido sostiene Lévi-Strauss en La pensée sauvage, cuando habla del etnocentrismo ingenuo, a nivel de narcisismo primario. Las sociedades primitivas, dice, fijan las fronteras de la humanidad en los límites del grupo tribal, fuera del cual sólo perciben extranjeros, subhombres sucios y toscos, inclusive nohombres, animales peligrosos, etcétera.
La diferencia entre las dos ideas de nación salta a la vista y explica por qué Italia no llegó a los excesos de su aliada. Repetimos con G.A. Mosse: "sin una tradición que activar, nada se mueve", y con Marx: "la tradición de todas las generaciones muertas es un peso muy fuerte en el cerebro de los vivos". En la exaltación del elemento germánico, los teóricos del concepto de nación recurrieron al cliché del alemán y de la cepa germánica "nuevos hombres" fuertes y rubios, nuevas costumbres salvajes y buenas, mito que había nacido en el mundo romano, donde Tácito en su De Germania, pone a los germanos como modelo frente a los romanos del imperio el cual había entrado en una fase de decadencia y degeneración. El mito de la fuerza, la honradez y la libertad germánicas se difundió en la historiografía alemana, alimentando una pasión nacional desenfrenada y fanática, ofreciendo un fuerte aliciente a la megalomanía popular. "Aun si el mundo lo dispuso de manera diferente había sostenido F. Schiller (l759-1805), es preciso que quien forma el espíritu, inclusive cuando en su comienzo haya sido dominado termine por dominar. Los otros pueblos han sido la flor caduca; éste será el fruto dorado y duradero […] Cada pueblo tiene una jornada en su historia; la jornada de los alemanes será la cosecha de todas las edades." Cuando esta pasión nacional pasó del plan cultural al político, la primacía nacional que en Italia o Polonia era entendida como misión ética y civil, se transformó en Alemania en misión de predominio y de atropello del otro. J. G. Fichte (l762-l814), el padre del pangermanismo, sostiene a su vez en sus Discursos a la nación alemana, que "el pueblo metafísicamente predestinado tiene el derecho moral de realizar su destino con todos los medios de la astucia y de la fuerza